Discurso del Honorable Joseph Biden Ante la Convenci—n Nacional Dem—crata, Jueves 29 de julio, 2004 BOSTON, 29 de julio /PR Newswire/ -- El siguiente es el discurso del Honorable Joseph Biden ante la Convenci—n Nacional Dem—crata del jueves 29 de julio, 2004: Hace unos cien a–os, el gran poeta irlandŽs William Butler Yeats nos dec’a que el mundo ha "cambiado del todo ... Ha nacido una terrible belleza". Esta noche, nuestro pa’s se encuentra en el eje de la historia. El destino de AmŽrica est‡ en juego. Pero nosotros podemos forjar ese destino, si aprovechamos las oportunidades que se nos presentan. La abrumadora obligaci—n de nuestro pr—ximo Presidente es clara. Hacer de Estados Unidos un pa’s m‡s fuerte. Hacer de Estados Unidos una naci—n m‡s segura. Y ganar la lucha a muerte entre la libertad y el fundamentalismo radical. Esa lucha avasall— nuestras costas el 11 de septiembre y le entreg— a esta generaci—n de americanos este momento de formidable responsabilidad. DespuŽs del 11 de septiembre, yo cre’ - y sigo creyendo - que si hubiŽramos hecho uso de toda la medida de nuestro poder - incluyendo nuestras ideas y nuestros ideales - hubiŽramos podido unir a esta naci—n y a otras naciones en una causa comœn. Septiembre 11 fue un momento de profundo dolor, pero tambiŽn nos dio una oportunidad. Los estadounidenses hicieron colas por horas para donar sangre, aœn despuŽs de que ya no era necesario. Los franceses publicaron un titular que dec’a: "Ahora Todos Somos Americanos". Imaginen c—mo hubieran aprovechado ese momento Franklin Roosevelt o John Kennedy. Imaginen si este presidente se hubiera dirigido a la naci—n y al mundo y hubiera generado un sentido de solidaridad. Imaginen si hubiera dicho: "Es hora de que todos los que puedan, hagan algo por AmŽrica. Estoy pidiendo un nuevo programa de servicio nacional y una pol’tica de energ’a que nos libere del control sofocante que representa el petr—leo del Medio Oriente. Y convoco a nuestros aliados a que se unan a nosotros en un pacto para la libertad, porque siempre seremos m‡s fuertes, m‡s seguros juntos que si estamos solos". Simplemente imaginen. No cuestiono los motivos de esta administraci—n. Pero discrepo profundamente con sus criterios. La historia los juzgar‡ severamente, no por sus errores -- todos cometemos errores --, sino por las oportunidades desperdiciadas. Hoy, con toda raz—n estamos seguros del ejemplo de nuestro poder.. Pero nos hemos olvidado del poder de nuestro ejemplo. Y con todo el gran poder’o de Estados Unidos, estamos m‡s solos que nunca en el mundo. Como resultado estamos menos seguros que lo que podr’amos o deber’amos estar. Nuestros aliados y amigos, las organizaciones internacionales que hemos construido a lo largo de medio siglo, no sostienen a AmŽrica. Nos ayudan a compartir la carga del liderazgo. Se nos dijo que no tendr’amos que pagar un precio por ir solos, por nuestra cuenta. Fue un error. Debido a que hicimos la guerra en Irak pr‡cticamente solos, somos pr‡cticamente los œnicos responsable por las consecuencias. El precio es claro. Cerca del 90 por ciento de las tropas y los heridos y muertos son estadounidenses. Y debido a que se exager— la informaci—n de inteligencia para justificar la guerra, la credibilidad y la seguridad de Estados Unidos ha sufrido un dur’simo golpe. Cuarenta a–os atr‡s, durante la Crisis de los Misiles en Cuba, el Presidente Kennedy envi— al que fuera Secretario de Estado Dean Acheson a Europa, para solicitar apoyo. Acheson explic— la situaci—n al Presidente de Francia de Gaulle. Luego, se ofreci— a mostrarle informaci—n confidencial de inteligencia como prueba. De Gaulle dijo: "No es necesario. Conozco al Presidente Kennedy. SŽ que Žl jam‡s me informar’a mal en cuestiones de guerra y paz. "ÀQuŽ l’der extranjero reaccionar’a hoy de la misma forma? Mis amigos, las cosas no tienen que ser as’. AmŽrica y el mundo se merecen un presidente en cuyo criterio pueden confiar. Los estadounidenses son m‡s grandes y mejores de lo que en los œltimos cuatro a–os le han demostrado al mundo. Los americanos saben que nuestras fuerzas armadas son las m‡s poderosas del mundo, pero no somos arrogantes. Los americanos tienen orgullo, no mezquindad. En lugar de dividir al mundo, debemos unirlo. En lugar de intimidar, debemos construir. En lugar de andar solos, debemos liderar. El liderazgo existe s—lo si otros nos siguen. Pero no permitamos que el enemigo confunda nuestra decencia b‡sica con falta de decisi—n. Los estadounidenses lucharemos con cada fibra de nuestro ser para proteger a nuestro pa’s y a nuestro pueblo. Cuando John Kerry sea comandante en jefe, no dudar‡ en descargar todo el poder’o sin par de nuestras fuerzas armadas en contra de cualquier naci—n que nos haga da–o, sin pedirle permiso a nadie. Este es un hombre que fue puesto a prueba en combate, que jam‡s enviar‡ a nuestros hijos e hijas al peligro antes de agotar todas las opciones, y les proveer‡ de todas las herramientas que necesiten. Cuando John Kerry sea presidente, el ataque militar ser‡ - como siempre lo ha sido - una opci—n en el caso de que nos enfrentemos a una amenaza genuina e inminente. Pero John Kerry desarrollar‡ una verdadera estrategia de prevenci—n, para desactivar peligros mucho antes de que la œnica opci—n sea la guerra. Cuando John Kerry sea presidente, nuestros amigos y aliados no tendr‡n excusa para mantenerse al margen. Y por sobre todo, cuando John Kerry sea presidente, se pondr‡ a la par del pueblo estadounidense. Porque habr‡ de heredar una naci—n y un mundo que le exigir‡ pedir mucho de nosotros y de nuestros aliados. No tengo dudas de que esta generaci—n de estadounidenses, al igual que todas las generaciones que le han precedido, estar‡ a la altura de las circunstancias, porque anhela hacer cosas importantes. John Kerry es un estudioso de la historia. Comprende porquŽ nos impusimos cuando nuestra naci—n enfrent— graves peligros en el pasado. Comprende que los terroristas estar’an m‡s all‡ del alcance de la raz—n. Debemos derrotarlos. Pero cientos de millones de corazones y mentes est‡n abiertos a nuestras ideas y nuestros ideales. Debemos llegar a ellos. De la misma forma que las trompetas de JosuŽ derribaron las paredes de Jericho - al igual que los valores estadounidenses derribaron la Pared de Berl’n, igualmente el fundamentalismo radical caer‡ bajo el terrible y veloz poder de nuestra ideas y de nuestras espadas. Ha llegado la hora de recapturar todo el poder’o de AmŽrica. Ha llegado el momento de reintegrar a nuestra naci—n el respeto que una vez tuvo. Ha llegado la hora de reivindicar el suelo americano. Ha llegado la hora de elegir a John Kerry como el pr—ximo presidente de los Estados Unidos. Source: Democratic National Convention Committee CONTACTO: Peggy Wilhide del Democratic National Convention Committee, +1-617-366-3100